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Enero de 1994, graduado Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid (Oct .2013, Feb. 2018). Máster en Artes Visuales y Multimedia impartido por la Universidad Politécnica de Valencia (Oct. 2018, Sep.2021). Ha colaborado con diferentes entidades, colectivos y artistas para desarrollar diversos proyectos. Sergio trata de reivindicar espacios no considerados por el sistema y convertirlos en espacios de reunión y relación entre individuos.

 

Trabaja principalmente en el contexto de las periferias urbanas; los barrios obreros, marginales y humildes. Se pregunta por los límites de estos, por cómo se determinan y cómo se podrían determinar; llevándole irremediablemente a la experimentación física del espacio y de la idea de mapa.   

Los elementos recurrentes del trabajo son los mapas, las líneas, el caminar, el territorio recorrido, el habitar, el tender, el movimiento social y la historia, con todas las conexiones, transversalidades y divergencias que han ido apareciendo entre ellos. 

Por S. Cabrera:

Por mis venas corre sangre palentina y extremeña gracias a mis padres. Inmigrantes de los 60/70, de los que abandonaban el pueblo en busca de una mejor vida en la ciudad. A partir de su historia surgimos tres hijos, de los cuales yo soy el más pequeño.

 

Me dieron el nombre de Sergio y me criaron en Vallecas, un barrio al que reservo un gran sentimiento de pertenencia. Un lugar repleto de relatos que transmitir, repleto de experiencias que experimentar. Un lugar habitado por trabajadores, obreros y gente humilde donde reina la convivencia y la habitabilidad. Un lugar que se identifica por la condición social de sus habitantes. 

 

En fin, me he criado en un barrio, en un arrabal, me he criado en Vallekas, Puerto de Mar. Soy “hijo del caballo blanco”1, miembro de una comunidad con una unidad territorial, una historia, una posición política y un movimiento socialcultural que invita a sumergirse en un océano de derivas utópicas.

He crecido rodeado de estas historias, las historias olvidadas. Esas que transcurren en los círculos de relación constituidos en las calles, en los parques, en las plazas… Todas ellas han conformado mi infancia y mi adolescencia. Ahora es el momento de investigar todos esos afectos, vibraciones y sensaciones que constituyen mi barrio. Testimoniar y documentar cada diminuto relato,cada pequeña experiencia silenciada por la maquinaria del sistema.

1.

Dícese que hubo una mujer, lechera de oficio y vallecana de nacimiento, que tenía en sus establos, además de vacas, un hermosísimo caballo. Era este, según los decires, aún más blanco que el líquido de las vacas, compitiendo su albura con la de la misma nieve esplendorosa de los más duros inviernos. Tenía además largas y fuertes crines de tacto sedoso y unas patas finas y musculadas como las de un pura sangre. Según dicen, una real hembra, de carnes rozagantes y prietas y piel tan blanca como el alimento que vendía, se había enamorado tan perdidamente del caballo como para mantener relaciones carnales con él. Y no solo eso, si no que añade la imaginación popular que el sensacional suceso ocurrió junto a un pilón que había por entonces en los Altos de Arenal. Añaden estas antiguas crónicas, que hubo un hijo de tal unión amorosa. Nació un niño semidivino, entre mortal y dios. Se atribuyó a ese niño, nacido de caballo y mujer, la fundación y origen de Vallecas. Dio en llamarse a los vallecanos “Hijos del caballo blanco.

Enlace: http://bukaneros.org/2010/11/hijos-del-caballo-blanco/ Fecha de consulta: 27/12/2017

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